Carta de una joven pre-parada

Estimado señor presidente,

Disculpe de antemano que me dirija a usted en esta carta que seguramente nunca vaya a leer. Sin embargo, la indignación y la impotencia me llevan a hacer una de las escasas cosas que sé hacer y que de momento no hay que pagar: escribir.

La noticia de la subida de entre un 50% y un 60% de las matrículas universitarias para el próximo curso me ha dejado estupefacta. Y no sólo porque estudiar es lo poco que nos queda por hacer a los jóvenes de este país donde el desempleo roza el 50% entre los de mi generación, sino, por las declaraciones que hizo usted acompañando a su anuncio:

“Insisto, se trata de pedir un esfuerzo. Son unos pocos euros al mes para determinadas personas. Ocho euros al mes, veinte para quien tenga rentas más grandes”.

A mi modo de entender el problema no es que sea un esfuerzo de unos pocos euros al mes. La cuestión es que estos ocho o veinte euros al mes – que probablemente sean más – se suman a otra serie de incrementos y recortes que ahogan a la ya de por sí extenuada sociedad española. Son unos euros que, al menos en Madrid, tenemos que añadir al aumento del 11% del transporte, el 7% de la luz, el 5% del gas o la subida del 10% en medicamentos, entre otros como la tasa de basuras. Por no decir que algunos expertos ya auguran una subida del IVA de su gobierno a medio-corto plazo. Yo no soy una experta en la materia ni mucho menos, señor presidente, pero desde mi humilde ignorancia me doy cuenta que esos pocos euros se transforman en unos cuantos al hacer las cuentas a final de mes.

Por cierto, puestos a hablar de comparaciones odiosas, quizá debería decirle a su consejero de Sanidad de Castilla la Mancha, José Ignacio Echániz, que afirmar que el copago de medicamentos para los pensionistas “son cuatro cafés” no es muy acertado. Y no porque el café sea caro, sino más bien porque (desgraciadamente) en estos momentos hay muchos que no pueden permitirse el lujo de pisar un bar, ya que deben mantener a hijos y nietos con sus modestas pensiones.

Ya sabemos que no hay dinero y que la herencia económica que ha recibido del anterior Gobierno es nefasta. Sin embargo, déjeme preguntarle algo. ¿Dónde estaba su señoría en los últimos cuatro años? ¿No se supone que era su obligación haber denunciado la situación desde la oposición cuando debía hacerlo? ¿Cómo permitieron que llegáramos a esto?

Es cierto que el país va mal y que es necesario hacer ajustes, eso es algo que no voy a cuestionarle, no obstante, no creo que atacar a las clases débiles, como lo está haciendo, sea el camino más apropiado. Y prueba de ello está en que el precio de la deuda sigue subiendo, la confianza de los mercados internacionales en nuestro país no ha mejorado y la destrucción de empleo sigue aumentando, mientras los españoles no podemos ni tomarnos un café de los que mencionaba su consejero.

Probablemente me dirá que estas medidas necesitan su tiempo y que ya se han llevado a cabo en países más avanzados de la vecina Europa. Estoy casi segura de que me pondrá como ejemplo el caso de Alemania para argumentar la necesidad de hacer de la universidad una institución elitista a la que no acudan todos los españoles – que por cierto, según tengo entendido, son iguales por ley – para recibir una educación. Afirmará que en el país germano la universidad es pública, pero que ésta tiene bastantes menos alumnos que en España pese a tener más habitantes. Lo dirá y tendrá razón al hacerlo, pero se estará olvidando de otras realidades. Como la de que en Alemania se apuesta mucho más que en España por la formación profesional, mientras que aquí tenemos títulos duplicados que se entorpecen unos a otros y sólo sirven para que los empresarios paguen menos por realizar el mismo trabajo. O también estará omitiendo que el salario mínimo en nuestro país está a la cola dela Unión Europea, por debajo incluso de países como Grecia.

Vivimos tiempos convulsos y complicados, es cierto. Pero me gustaría recordarle que sólo a través de la innovación y la inversión, que tanto se empeña en recortar, podremos salir de ellos. No se olvide, señor presidente, que la juventud, y la educación por ende, son el futuro de este país. Tristemente, con medidas como las que anuncia, mi generación – la más preparada que haya visto nunca España – sólo parece encontrar su sitio fuera de nuestras fronteras.

Atte.

Una joven pre-parada